29 diciembre 2010

El hombrecito de Jengibre

Érase una vez una viejita y un viejito que vivian solos en una antigua casita  junto al camino.

   Un día, la viejita decidió, como sorpresa, cocinar algo especial.

   - Voy a hacer un hombrecito de jengibre - dijo.

   Entonces la viejita hizo una galleta de jengibre en forma de muñeco y la puso al horno. Pero pronto oyó una suave vocecita que gritaba:

   - ¡Déjenme salir! ¡Déjenme salir! -

La viejita se acercó al horno para escuchar mejor. Luego abrió la puerta del horno.

   ¡El hombrecito de jengibre salió de un salto! Atravesó la cocina a saltitos y corrió directo para afuera.

El hombrecito ya estaba corriendo por el camino antes que los viejitos alcanzaran a salir de la casa. Ellos no podían correr tan rápido como él.

   - ¡Alto! Queremos comerte. ¡Alto hombrecito de jengibre! - gritaron sofocados.

Pero el hombrecito de jengibre no hizo más que cantar;

   - ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mí no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre! -

   Pronto el hombrecito de jengibre se encontró con una vaca.

-¡Alto hombrecito! - mugió la vaca. - Te ves muy sabroso. -

   Pero el hombrecito de jengibre simplemente se puso a correr más rápido, cantando:

   - ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mó no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre!

Corría y corría la vaca, pero no pudo alcanzar al hombrecito de jengibre.

Más allá se encontró con un caballo. - ¡Alto hombrecito! - relinchó el caballo.

   - Pareces ser muy sabroso, y tengo hambre. -

   Pero el hombrecito de jengibre simplemente se puso a correr más rápido.

  Galopaba y galopaba el caballo, lo más rápido que podía, pero no pudo alcanzarlo.

   - Me escapé de unos viejos y de una vaca. - gritaba el hombrecito de jengibre, cantando a medida que corría:

   - ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mí no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre! -.

El hombrecito de jengibre siguió corriendo, cada vez más lejos y cada vez más rápido. Se sentía feliz y orgulloso de su rapidez.

Por fin se encontró con un zorro viejo y astuto. - ¡Alto! ¡Alto hombrecito! - le dijo el zorro, sonriendo burlón y lamiéndose los labios.

   - Quiero hablar contigo -.

   Pero el hombrecito de jengibre, ni se detuvo a escucharlo. Simplemente, cantó:

   - ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mí no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre! -.

El zorro viejo y astuto sabía correr muy rápido y corrió tras él. Lo siguió todo el camino a través del bosque.

   No había pasado mucho tiempo, cuando llegaron a un río. El hombrecito de jengibre no sabía que hacer.

El zorro viejo y astuto, no estaba muy lejos.

   - Yo te ayudaré - le dijo, sonriendo para sí.

- Si saltas a mi cola te llevaré hasta el otro lado. Eatarás seguro y seco -.

Entonces el hombrecito saltó a la cola del zorro y el zorro atravesó el río nadando.

   Muy pronto el zorro le dijo:

- Pesas demasiado para llevarte en mi cola, salta a mi lomo -

El hombrecito de jengibre saltó al lomo del zorro.

   Muy pronto el zorro le dijo:

   - Pesas demasiado para llevarte en mi lomo ¿Por qué no saltas a mi hocico? -.

El hombrecito de jengibre saltó al hocico del zorro.

   Finalmente llegaron al otro lado del río. El zorro hizo la cabeza hacia atrás y lanzó hacia arriba al hombrecito de jengibre.

   Luego el hombrecito de jengibre cayó y el viejo zorro hizo ¡Crac! con los dientes.

   Y así terminó el hombrecito de jengibre.

FIN

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